viernes, 6 de febrero de 2009

CARTAS MARCADAS



Entonces los inviernos eran las estaciones
del metro, salpicándonos el rostro,
frías conversaciones de ascensor
y algún que otro arañazo en nuestros egos.

Todo era intenso y breve, como la juventud,
que pasaba las horas en un banco
del parque, maquillándose en exceso,
en el intento vano de ocultar
la urgencia incorregible de su piel.

Nuestras metas, aquellas que jugaban
como chavales en la orilla,
se fueron encorvando con los años
y palidecieron
en una caja de mudanzas
que quisimos dejar en el trastero.

Y la felicidad,
esa señora de ojos grandes
que disfrutaba deshojando sueños,
cambió de hobby inesperadamente
y se arruinó apostando en el casino.

Es lo que ocurre cuando el azar juega
con las cartas marcadas.

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