domingo, 15 de febrero de 2009

Contar el infinito con los dedos




Con el paso del tiempo, me pregunto
adónde fue el mensaje en mi botella,
quién supo sino el mar y sus alberos
del canto quebradizo
que invocaba a tus labios en un extraño idioma
de adverbios compatibles entre sí.

Y es mi ambigua renuncia la que endulza
contradictoriamente esos instantes
en los que la indolencia de los hombros
parece congregar a los deseos,
cuando una mano tuya delimita
de forma imaginaria el mundo en mi cintura.

Nada sería igual sin la distancia,
sin el silencio cómplice del que somos discípulos.
Porque sé que si hubiéramos pedido
lo imposible, los dioses
habrían roto todos los espejos,
habrían cancelado los trayectos de vuelta
desde cualquier azul de tu mirada
y al calor de la lumbre
aquel rosal se hubiera marchitado.

Entiéndeme, me basta con saber
que el futuro nos lleva en sus bolsillos
e imaginar el cielo a falta de certezas,
contar el infinito con los dedos.

2 comentarios:

  1. Como acostumbra a decir mi amigo Lansky, y a mi me suena a maldición coránica, hay que evitar que el diablo te conceda todo aquello que sueñas. Y, sí, a veces son mejores los amores platónicos que los otros. Se nutren tan solo de esperanzas.

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  2. Gracias Julián, me parecía haber contestado a este comentario pero ahora veo que no se ha debido grabar correctamente... Hasta para soñar hay que ser prudente... que luego ya se sabe lo que pasa... Estoy de acuerdo contigo en los amores platónicos, aunque creo que muchos de ellos no requieren ni siquiera de esperanza, se conforman con una imaginación desmedida...

    Un abrazo y gracias por asomarte.

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