jueves, 28 de mayo de 2009

La piel de las certezas




Si enumerara todas las coartadas
que tuvo que inventarse el corazón
para justificarme,
los discursos de arena
que la voz erigió hasta volverse un eco,
una especie de mantra sempiterno y preciso
que sólo invoca al aire,
la cantidad de lágrimas
embalsamadas que cabrían todas
en unas pocas líneas,
en un tiro de gracia.

Si pudiera definir las ausencias
que gimen como un perro herido,
las fronteras que huelen a deshielo,
me faltaría mar,
le faltarían páginas al alma.

Fueron tantas las noches de simétrica
belleza que juraban quedarse a nuestro lado
que me cuesta creer, hoy, en lo equidistante.

Sobrevivir no es vida,
ni una suerte,
cuando el resto, unos días abreviados,
padecen ese mal que esnifa los recuerdos
y nos hace mudar de forma clandestina
la piel de las certezas.

Pero tú nunca mueres,
se mueren los demás pronombres
y la vida prosigue en ti después de mí
sin importarle el número de esquelas.

Si el amor fuera exacto,
el edén debería ser múltiplo de ti.

domingo, 17 de mayo de 2009

Herencia de niebla


Cuando acabe de hablar
de la vida, del sueño
que en bandada de versos abandona
letra a letra, su efímero nido,
cuando ya no confunda
los verbos con las alas del azor
y me haya sobrepuesto a esta querencia
por un mundo convexo que se achica
de forma inexorable,
cuando se hayan templado los impulsos
y logre distanciarme del delantal de sombras,
del hollín y la sal marcados como a hierro
en la piel de la elástica memoria,
unas manos tiznadas de preguntas,
tal vez será lo único que quede,
una herencia de niebla y humedad
que se renovará durante siglos
como una ciencia exacta
que buscara dar fin
a esta inútil urgencia de asilo en la palabra.