
y la razón no entiende las palabras
que a menudo se asoman a mis versos.
En el aire se puede percibir
su esencia suspendida,
escoltada por dos interrogantes,
como un aroma aún por descubrir.
Se entretienen las manos con muy poco;
con verdades a medias, con silencios
de antiguos calendarios y promesas
que sólo el corazón sabría pronunciar
en su lenguaje de puntos y comas.
Qué certeza no muere entre los labios
sin dejar cicatrices en el alma,
y un sueño diminuto
al que le crecen sílabas
que se repiten hasta el infinito,
como si sólo fuera el resultado
de una extraña e imposible división.